La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) advirtió que el transporte marítimo mundial está entrando en un período de crecimiento frágil, en un contexto de tensiones geopolíticas, rutas más largas, costos ambientales en aumento y congestión portuaria. En su Revisión del Transporte Marítimo 2025, el organismo señala que el comercio marítimo apenas crecerá un 0,5 % este año, tras un avance del 2,2 % en 2024, con riesgos concentrados en zonas sensibles como el Canal de Suez y el Estrecho de Ormuz.
El desvío de buques hacia el Cabo de Buena Esperanza, en lugar de cruzar el Mar Rojo, ha disparado las distancias recorridas, que aumentaron un 5,9 % en 2024, casi tres veces más que el crecimiento del volumen. Esto ha elevado los costos operativos, incrementado las emisiones de carbono y generado demoras en la cadena de suministro, con un impacto particularmente duro en los países en desarrollo.
Los flujos energéticos y de minerales críticos también están reconfigurando el comercio mundial. Mientras el carbón repuntó pese a su declive histórico, el petróleo se mantuvo estable aunque con trayectos más largos, y el gas continuó en ascenso. La demanda de cobre, níquel, bauxita y otros minerales estratégicos ha intensificado la competencia y puesto nuevas exigencias sobre la logística marítima.
La flota mundial alcanzó los 112.500 buques a inicios de 2025, con Grecia, China y Japón concentrando más del 40 % de la capacidad, y casi la mitad de los registros bajo banderas de Liberia, Panamá y las Islas Marshall. Sin embargo, los desvíos redujeron en un 70 % los tránsitos por el Canal de Suez respecto a 2023, lo que confirma la presión sobre las rutas tradicionales.
En paralelo, las tarifas de flete se han mantenido inestables. Los contenedores alcanzaron picos cercanos a los de la pandemia en 2024 y, aunque retrocedieron, siguen por encima de los niveles previos a la crisis. Los mercados de graneles y petroleros también han mostrado oscilaciones bruscas, en medio de nuevas políticas comerciales y tensiones regionales. A estos costos se suma el efecto de la tarificación de emisiones aplicada por la Unión Europea, que ya incide en las decisiones de ruta y en la competitividad del transporte.
La congestión portuaria es otro factor de preocupación. Entre finales de 2023 y principios de 2024, el tiempo de espera en muelles se incrementó un 23 % en economías avanzadas y un 7 % en países en desarrollo. Aunque casi 200 puertos ya ofrecen servicios de abastecimiento de gas natural licuado como parte de la transición energética, la modernización de la infraestructura y la mejora de la eficiencia siguen siendo urgentes.
La digitalización y la transición energética avanzan, pero a ritmos desiguales. Más de la mitad de los nuevos pedidos de buques incorporan tecnologías de combustibles alternativos, aunque más del 90 % de la flota activa todavía depende de combustibles convencionales. La automatización promete eficiencia, pero también expone al sector a mayores riesgos de ciberseguridad.
De cara al futuro, la Organización Marítima Internacional (OMI) discute un marco de cero emisiones netas para 2050 que incluiría un estándar global de combustibles y un mecanismo de tarificación del carbono. Al mismo tiempo, el Convenio de Hong Kong sobre reciclaje de buques entró en vigor en junio de 2025, estableciendo nuevas reglas de sostenibilidad y seguridad.
“El transporte marítimo ha superado tormentas antes, pero nunca tantas transiciones convergiendo tan rápido. La cuestión no es si se adaptará, sino cómo: de manera gestionada o caótica, inclusiva o excluyente, sostenible o meramente viable”, advirtió la secretaria general de la UNCTAD, Rebeca Grynspan, al presentar el informe.